miércoles, 27 de agosto de 2008

Splash


Digo la verdad cada vez que te cuento al oído lo mucho que me gusta que estés en mi interior al tiempo que te corrés del epicentro que hace a mi universo mutante de deseos de los que vive y por los que permanece envuelto en un encanto de romanticismo del que no sabe salirse aunque tampoco me voy de otros lugares a los que tomo llevo y miro de reojo cómo se transforman en colgajos tendientes a desaparecer y guardo fuerte firme mientras digo no te vayas porque sé que en la salida está la llegada que busco incansable desde hace tanto tiempo como el que tengo de persona aunque ahora te espero sentada valiente despierta a veces dormida y sin ganas de levantarme cuando no estás y si venís me voy pero te necesito acá cerca más que eso todavía vení pero no hagas caso a cuando te pido que no me aplastes ahora sí lo quiero más lo deseo que a seguir vivendo sin vos así de la forma que lo hacés encima de mi cuerpo y adentro de mi mente me gusta que estés y cuando no lo hacés y te vas te odio y no te puedo perdonar porque sabes que es así que tenés que venir y es así como lo hacés lo cual afirma que tenés que entrar sin pensar en pedir permiso porque no lo encontrarás a pesar de que la puerta quede entornada y mis ojos por vos brillen cada vez más.

lunes, 25 de agosto de 2008

2010

Qué quedó del romanticismo. Qué quedó de los amantes decididos a conquistar el tiempo de su pretendida. Qué quedó, digo, dónde está la búsqueda del beso pasional, del ojo en el cuerpo, del retrato verbal de cartas que jamás existirán más que en el aire, soplando a tientas a un ombligo ovillándose de nervios, embriagado de ilusión. Dónde quedaron las palabras de amor, esas que no venían seguidas de ninguna justificación.

Quise buscarlas. Dije: voy a encontrar. Me vestí con mi ropa más sensual, peiné mi pelo hacia atrás y me convencí de que, como hasta hace muy poco tiempo, tengo capacidad de amar y gracias a ella entiendo el idioma sentimental.

Bajé las escaleras de mi casa envuelta en una sensación de paz. Estaba decidida y creía en mi luz para conseguir lo que deseaba. Tenía la dirección anotada, el pulso cargado y la absoluta convicción de que apretando los nervios y arrinconando mis pensamientos más modernos, podría volver a temblar, a llorar con la garganta ante la presencia de palabras de amor.

Había cambiado de cartas. Pensaba en lo aburrido que sería todo si no me permitía conmoverme con la melodía que habla de sensaciones reales, momentáneas, absolutas y ganadoras.

Abrí la puerta y salí.

Sin dudas, mi camino de esa tarde carecía de escolleras. Crucé la avenida, doblé una cuadra y cuando la tuve cerca, cuando se apareció frente a mí, levanté el mentón, tragué saliva, inflé la panza y sonreí, a medias, como con picardía, como sabiendo lo que hacía y viéndome desde fuera, orgullosa de mí. A los pocos segundos, que parecieron horas, ella estaba erguida frente a mí. La miré fijo y sin dudar un segundo, me zambullí en su interior.

Entré en un espacio de paz del que no quise salir, y no salí, sino hasta dos horas después.

En la sección de Clásicos encontré lo que buscaba. Ana Karenina me apasionó hasta la médula. Me deleité con las palabras de Vronsky; imaginé que susurraba por mí, cerca de mí, deseos que sólo un Conde varonil, pasional y seguro de sí sabe expresar.

Grité: "Gracias, literatura, gracias". Porque ahora, mujeres, en el siglo XXI, las palabras románticas no existen y la cosa viene así de complicada (voy a recurrir nuevamente a la línea de diálogo para graficar):

-Me gustás bastante.
- Ah.
-No te asustes.
-Eh.
-Es que, ¿sabés lo que me pasa? Quiero verte, pienso en vos cuando estoy en lindos lugares, en conversaciones interesantes, en momentos de placer.
-Oh.
-Sé que no es el momento ideal. Por todo, viste, por mi ex, la casa, el perro, el guardarropa que se me estalló... Pero no puedo evitar este riesgo.
-Ay.
-Sí, es una locura, lo sé. No puedo dejar de llamarte.
-No lo hagas.
-¿Que no haga qué cosa?
- Eso. Que no dejes de llamar. Me gusta que me llames.
-¿Ah, sí?
-Sí, mucho. Lo espero cada día.
-Qué bien.
-Sos el primer hombre que se cruza en mi vida y que me importa después de mi separación, perdoname que haga esta confesión.
-No. Sos muy dulce. Pero es difícil. Vamos a ir tranquilos, disfrutando de alguna cena, de nuestros cuerpos. Ninguno está en condiciones de afrontar nada.
-Muero por nuestros cuerpos.
- Sí. Qué buena nuestra conexión.
-Y dormir con vos. Me gusta dormir con vos.
-Sí, sí. Nos transpiramos.
- No siento rechazo. Cuando terminamos de hacer el amor, puedo quedarme en tus brazos. Eso no es común, me gusta tu olor, tu piel…
-Shh. No digas más. Vos no te preocupes. Yo no voy a perseguirte. Disfrutemos de encontrarnos con otros, veámonos, seamos libres, y cojamos, cojamos mucho que nos sale bárbaro.
- Eh, sí, claro, eh, eso mismo decía yo. Seamos libres y sí, claro, cojamos también.
-Qué bueno que estemos en la misma sintonía.
-Totalmente.
-Te mando un beso, eh. Hablamos.
-Dale.

Tu tu tu tu tu…

A ver. Me encanta esto de la convicción, la liberad, el juego, la independencia y la amplia gama de susodichos para arañar sin prejuicio.

Pero quiero hacer una observación. Quiero decir que nos convertimos (todos nos convertimos, ellos, nosotras) en unos expertos del gataflorismo moderno. Esto es: somos libres, no damos vueltas para encamarnos, entregar el cuerpo y demostrarle a quien nos gusta, que verdaderamente nos gusta. Sin rodeos ni histeria.

Pero toda esa limpieza con que nos manejamos en un principio, después del segundo o tal vez tercer encuentro, se abre como una ostra y desde adentro aparece una gran medusa zigzagueante que no hace más que justificar el acercamiento, repeler las palabras ajenas y aparecer entregado cuando del otro lado el tiempo aparece agotando.

Y vuelve a empezar. La cosa marcha un poco, más encuentros, mejor piel: más justificaciones, más alejamiento.

Son las reglas. Y estarán bien. MQDLV solamente quiere decir que ama la no histeria pero aplaude ante la bella conquista. Y que, decididamente, vota porque esa misma ausencia de rodeos siga cuando aparece el primer “te quiero”, el abrazo más fuerte, o una sostenida y dudosa mirada en pleno acto sexual.

O nos hacemos cargo de que pasa –sin que eso implique inmediatamente una nona los domingos- o nos borramos el circuito. Sino, esto que se viene va a ser muy, muy, muy aburrido. Y previsible. Que sea dicho, mierda.

martes, 19 de agosto de 2008

Diálogos - Parte 1

-No creo que sea así. Cuando pasa de esa forma es cuando sucede, simplemente.
- Bajá al llano. Lo que digo es…
- No, desde el llano me tomo un mate, eh
- Bueno. Pará...
- No, te aviso. Sino no tiene sentido discutir.
- Lo que digo es que a veces las cosas son más simples de lo que uno imagina.
- Está bien. Eso lo comparto. Pero sólo es más simple en algunas ocasiones.
- ¿Y en cuáles no? A ver
- Son simples los hechos concretos. Cuando pensás en que tu novio te está mintiendo y sacás la cuenta del último llamado, lo combinás con las medias que tenía puestas y pensás en el aliento, entonces Pi al cuadrado te da como resultado que su amante le chupó el pie y te llamó. Eso es demasiado rebuscado.
- Qué mal ejemplo.
- Bueno, pero lo entendiste, ¿no?
- Mmm… supongo.
- Dejame terminar. Digo, entonces, que las cuestiones amatorias no son tan simples si es que uno se detiene ante ellas, les patea un poquito al pie, así, como un golpecito lento para ver si se mueven. Ahí empieza el riesgo de que todo se venga abajo, de darte cuenta de que tu mundo, tu relación, está pésimamente montada sobre un alfeñique.
- ¿Alfeñique?
- Sí. Alfiler, si te gusta más.
- Todas las relaciones están terminadas, esto ya lo discutimos.
- No lo discutimos. Lo aprendimos a los 25 años, que es distinto.
- Entonces, ¿qué es lo que crees, en definitiva?
- Creo que el deseo de estar solas tiene que ver con un sufrimiento previo. Es cierto. Pero que ese no es el detonante real. Te diría que sólo un hilo de la mecha que nos prendió fuego la posibilidad, remota, de ser amas de casa felices.
- Qué condena, ¿no?
- Sí. Tremenda condena.
- Seguí…
- Lo que hace a nuestra decisión independentista es que nos dimos cuenta que solas podemos estar bien. Mejor, diría. Ante el problema, gana la soledad. Y que no hace falta la parentela unita para dormir cucharita. El resto está acá, entendés, está en la panza. Es una decisión que se aferró a las entrañas el día en que decidiste rozar con un plumero la base de las relaciones, y se te vino la matrimonial encima.
- Eso te pasó a vos. Yo sabía desde antes que las relaciones tal como están planteadas no me sirven, me hacen perder el tiempo.
- Ok. Perfecto. Pero te lo tuviste que cuestionar. Sino, asumirías que los hombres y las mujeres en negociación funcionan de determinada manera, lo aceptarías y ya.
- Estamos condenadas a la infelicidad, lo sabías, ¿no?
- No. Lo que tengo clarísimo es que si me quiebro una pierna, te llamo a vos.
….
- ¿Querés vodka?
- No, sigamos con vino. Entonces, ¿vos crees que ni siquiera cambiando el esquema convencional de las parejas se las podrá sostener en el tiempo?
- Lo que creo es que un día nos permitimos espiar por la cerradura, tomando un riesgo que fue mucho más alto del que imaginamos.
- A vos te gusta enamorarte, ese es tu problema.
-Sí. Claro. Puedo amar. El problema es que cada vez que lo siento, y que la cosa empieza a marchar, noto que existe un camino común por el que todos vamos dejando pedazos de vida. ¿Y sabés qué es lo peor?
- ¿Todavía?
- Sí. Lo peor es cuando lográs una gran capacidad de estar sola.
- Todo lo contrario, eso es lo mejor.
- No. Porque en ese momento, cuando podés sonreír y estar a gusto con tu tranquilidad, con tus amantes, con tus libros y con tu casa, el bloqueo de la cerradura se hace casi imposible.
-No entiendo cuál es el problema con eso.
-¿No entendés?
-No. Creo que, justamente, la capacidad de estar solas es lo que nos aleja de las parejas que envenenan las libertades y vician el espacio con rutinas adquiridas.
- Quiero decirte, querida amiga, que si miraste por el agujero, entendiste lo que viste y te aceptaste del otro lado, entonces cada vez va a ser más difícil volver atrás.
-¿Y cuál es el problema?
-Que no vamos a ser siempre jóvenes. No nos van a desear siempre de la forma en que nos desean ahora. Y nosotras todavía no sabemos lo que es perder el gesto fresco y que la actitud desenfadada y segura de mujer entendida deje de importar. En un tiempo todo va a cambiar de forma. Nosotras y ellos. El cuerpo y las ganas. Y no sabemos dónde estarán nuestras capacidades y frustraciones. Lo que es seguro es que muy lejos de acá.

jueves, 14 de agosto de 2008

Esta relación está terminada

El otro día venía pensando. Sí, ya sé, es una pésima forma de empezar a contar algo remitir a "algún otro día”, a “venir, infinitivamente venir” y a pensar. Porque ta. Pensar, lo que se dice pensar, tampoco tanto como para dejar de existir. En fin. La cosa es que el otro día pensé –y acá meto contexto-, mientras caminaba de casa a la estación a las 8 de la matina envuelta en un suculento frío estomacal, que mis relaciones están terminadas.
Una amiga siempre lo dice, a costa de nuestras risas. Y yo ahora la entendí. Tardé (es que ella siempre está un paso adelante en cuestión de resoluciones. Ella avanza. Allana el camino. Frena, nos espera, y sigue). La cosa es que “el otro día” la alcancé.
Mi amiga siempre declara, ante la presencia de un conflicto menor, pavo, huevón o una grosera metida de cuernos: “Esta relación está terminada”. Cierra la boca, pita un Philip y no baja la vista; levanta la frente y nos mira, como diciendo: “Ya van a ver, chirusas. Todas las relaciones están terminadas”. Y la tuya también. Sí: la tuya.
Bien. Yo ahora le digo –a ella le digo y a todos los demás- que mis relaciones, las pasadas, las de este hueco presente y las futuras, definitivamente están terminadas.
Sino, pasemos lista:
-El loco- Presente, loco.
-El músico- I wish i was there
-El hippie- Seeee
-El acróbata- Tanta chala, tanta chala.
-El intelectual- Mucha vida, poca murra
-El pibe shopping- En fin
-El normal, más común que fideo en campamento- Sí. Acá, señorita maestra.

Y nada. ¿No es suficiente? Pasé por una variedad de alta, baja y falta gama y nada. Ni uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco, ni seis, ni siete relaciones proyectables. Todas finitas y que pase el que sigue y hagan cola que la cola está… bueno, ese será otro tema.

En fin. Todo esto para hacerles un anuncio:

A PARTIR DE AHORA, Y HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE (O LA FIACA, QUE SUELE ANDAR VESTIDA DE NEGRO) MQDLV ENTREGARA "DIALOGOS SOBRE RELACIONES TERMINADAS". Un repaso completo por la vida de dos mujeres (la que pita Philips y yo) al borde de un sincericidio, destinadas a vivir sin desayunos, suegras ni payasos de quince.

Nos vemos con el tomo 1.