miércoles, 26 de noviembre de 2008

A él. Momentos

La pasé bien. Todo este tiempo estuvo bien. Me gustás, me gusta cómo me amás. Lástima por mí, que no sé ser feliz. Quise tomar prestado un poco de tu paz, pero te devolví un paquete de incertidumbre. Cosas que yo aprendí a soportar pero que vos, en tu afán, sólo podés arrastrar. Después te convertiste en mi regalo endemoniado y me fui más. ¿Me ves? Acá estoy, levantando la mano a lo lejos, por llegar al horizonte. Me fui sin irme. Sin poder salir de vos y vos, cada vez más fuera de mí. Porque no hay nada más que un hueco que aprieta y estira, no más que un espacio por llenar. De mí. Y después qué. No sé. Pero ayer lo dijiste y entendí. Hasta acá. Hasta acá llego, hasta acá estoy, voy, sin venir y espero, te espero, pero apurate porque también quiero. Bueno, veré, veré cómo resuelvo. Lo prometo. Ahora sólo espero que los pasos avancen, me pasen y marquen con huellas, sin tierra, el lugar al que quiero ir. La pasé bien. Todo estuvo bien. Menos yo. Pero -sabelo-: te quiero.
Empecé a creer en los momentos. Vas rodando, adentro tuyo, viste; respetate la vuelta entera sino, podés queder patas arriba.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Sábana y desvelos

Escuchó que sus pasos se acercaban a la puerta. Cerró los ojos. La sábana le descubría parte de su pierna y se hamacó lentamente en un intento por cubrir su cuerpo. Los ojos le temblaron: no había signos de sueño bajo esos párpados y la luz del velador –creía ella- se lanzaba directa a la finísima ranura que distingue el gesto de quien duerme y de quien no.

Sintió la sábana levantarse al otro lado de la cama y esbozó un quejido.

- ¿Dormís?

- Mmm…

- ¿Dormís en serio?

- Mmm, ¿qué pasa, Juan?

- Que quiero hacerte el amor.

- Ay, pero no me ves que estoy durmiendo ya.

-

- Vení, abrazame y descansemos. Dale, no empieces otra vez.

La habitación quedó completamente oscura. Laura se acostó boca arriba y con su brazo izquierdo tomó a Juan por el cuello y lo llevó sobre sí. Él dejó caer su cabeza pesada en el pecho de Laura y, a los pocos minutos, su boca liberó la contracción de las mandíbulas, sus piernas se descargaron y su cuello y muñecas perdieron por fin su rigidez.

Laura sintió latir su clítoris. Entrecruzó sus piernas y escondió los pezones endurecidos bajo las sábanas. Intentó apagar la excitación pero el sólo sonido de su respiración agitada le subió el calor del cuerpo. Ablandó las piernas, entornó los ojos y despegó los labios. Buscó saliva en sus cachetes, bajo su lengua, saboreó la acidez de la noche y cuando su boca estuvo llena de humedad, se deslizó entre las sábanas rozándose contra el colchón, bajó los calzones de Juan con sus dos manos y, sin caricias, se metió el miembro flácido en la boca.

Primero lo mojó entero y después llenó con su lengua el agujero de su virilidad, lo besó despacio, dándole pequeños mordiscos con sus labios espesos; escondida bajo la sábana, luciendo la forma de su cola parada en movimiento, consiguió la erección de Juan, que empezó a gemir.

Siguió empapándolo de saliva, agarrándolo con las dos manos, sacudiendo su cuerpo entero. Juan estaba extasiado. Sacaba la lengua como buscando una mujer en el aire, apretaba las sábanas y con sus talones apoyados en el colchón tomaba impulso para levantar la mitad de su cuerpo y bajar, levantarse y bajar, levantarse y bajar. Con destreza la primera vez, con fuerza la segunda y con brutalidad después.

Juan metió las manos debajo de las sábanas. Tomó a Laura por el pelo, la corrió de un tirón y se apretó a sí mismo con todos sus dedos, sacudiéndose como a un joystick, gritando frases ininteligibles.

Laura corrió la sábana que la cubría y vio el cuerpo desnudo de Juan excitado, masturbándose ferozmente. Sintió asco. Lo despreció con la mirada, pero él prefirió burlarse de su mujer, e imitó con su lengua el movimiento de una víbora en el aire.

- Qué mierda estás haciendo

Pero Juan no contestó.

- Juan, qué estás haciendo. Te vas a lastimar.

Él, con el cuello abarrotado, aplastado contra la almohada, gemía frases incoherentes.

- Juan, te pido por favor, me estás asustando.

- Cogeme, cogeme, nena.

- No, me da miedo, Juan.

- Cogeme, puta, subite acá y seguí cogiendome así.

- Juan…

- Dale, movete así, así, más fuerte.

- Juan…

- Dale, puta, dale…

- Juan, por Dios…

- Ah, ah, ah.

- Tengo mucho miedo, qué es lo que estás haciendo.

- Nada que no hayas querido que haga cuando te la metiste adentro de tu boca pastosa.

- No entiendo de qué me estás hablando, Juan.

- Te voy a llenar de leche la espalda, dame ese culo, nena, que te lleno toda.

- Basta, Juan, ya basta.

- Ah ah ah…

- Juan, la puta madre que te parió: despertate de una vez.

El grito de Laura por fin lo calló. Juan abrió los ojos y la miró llorar. Ella pensó en la pena que él iba a sentir cuando se enterase de lo que había pasado.

- Juan, lo que hiciste fue horrible.

Él no dijo nada y ella esperó el abrazo, que sintiera culpa. Pero Juan simplemente le dijo:

- Dormís todas las noches conmigo y todas las noches, desde hace meses, ignorás que soy un hombre -La miró con desprecio, apoyó el peso de su cuerpo sobre su hombro izquierdo, cerró los ojos y se durmió.

Tratemonos con amor

http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=14409

martes, 18 de noviembre de 2008

Breves de la semana, un tente en pie

Me cansé de entrar a MQDLV y ver la foto de esa pareja dentro de la bola de cristal. Me da gris, no sé, me aburrió. Esta semana no pude escribir más que pequeñas sueltas de teclado que quedaron desparramadas -en desorden- sobre el escritorio que subyace a mi trabajo diario. Esta mañana quise hacer limpieza. Fui a borrar, a matar en la guillotina de la papelera de reciclaje a estas pastillitas que en algún rato de libertad logré enfrentar. Pero una dispersión bondadosa me hizo cambiar de planes. Pensé: las agrupo y las hago vivir acá. En fin. Va un tente en pie, uno pequeño, tipo canapé, de algunas cosas que solté en estos últimos días. Salut.

Fuck

Silencio. Hacé silencio. Por favor, callate. Shh. Te lo pido, ahí, justito ahí, ese tono, el mudo, no digas, no digas más que de todos modos ya no entiendo de palabras. Callate vos también y vos, vos no muevas más tus labios que, para mí, es lo único que hacés. Salgan de acá, salgan de mí. No los quiero ni mirar ni oler ni sentir. Voy otra vez. Empiezo de nuevo y que sea como quiero. Que ya escuché con demasiado respeto. Que ya me cansé.

Macabro

Hay sueños que son macabros. Y el que me aplasta hoy, es de esa calaña. Imagino una música instrumental, lenta, pausada pero intensa… Baila baila como una víbora dentro del cerebro y me retuerce los ojos; me come, estrangula con su cola cascabel. Me voy metiendo dentro de una silla que me sostiene. Y cristaliza. “Quién sos”. Quiero gritar dejameee, macabro, dejame pensar claro. Y el hijo de puta vuela como una flecha de papel por delante de mi esfera. Y me turba. Turbada estoy hoy, como portando una turbina en la frente que me repica a paso footloos y levanta un polvo que se pega como pequeñísimos destellos de tierra en mis oídos. Uf. Ayer no dormí y me traje de la cama que no pisé un fuking sueño que me macabrea el día.

Mua
Si me besas en los labios
y logras entibiar,
sabrás más de una historia,
más de una moral:
conocerás cuánto he besado
y cuán fría pude haber estado.

Quiero. Ciego

Un hombre corrió cuesta abajo. La colina permaneció. El la desandó. Y la vio. De nuevo la vio. Siguió una a una y una a una moviendo. Rápido. Las piernas. Esta vez por el terraplén. Y la vio de nuevo. Vio siguió. Siguió viendo. Corriendo. Una a una. Llegó a su casa y se escondió. Ay. Ahí está otra vez. Adentro, en sus sombras, tras la puerta, en la figura que maquilla su saco. Ay. Gira. Y ahí: mirá mirá, decime que también ves, está en el espejo, que refleja, también. Quiso pero no, no pudo dejar de ver. Fin. Al fin: murió como un loco que veía. Sin ver. Sin saber qué. Por qué. Y volvió a nacer y creyó que el problema había terminado pero ups, la volvió a ver. Y después de toda una vida escapándose entendió que iba a seguir y entonces: “Hola, qué querés”. Su fortuna no duró. Ella contestó, y volvió a correr. Con él, murieron sus sombras. Hasta que volvió a nacer. Y la volvió a ver.

Run

El apuro está guiado por la culpa. Y eso está empezando a estar mal, muy mal.



lunes, 10 de noviembre de 2008

Gurú


Ayer me tiré las cartas. Bueno, me las tiró alguien más y yo escuché. Me dijo que voy a tener dos hijos y se jugó: la primera, nena ella, llegará el año que viene. Un 2009 madre. Intentó convencerme de que lo mío es la familia, que una sola mujer rubia seguirá al lado mío como amiga pero que focalice: fijate, la pareja sale en las cartas, mirá, ves (y yo: la verdad que no, que sólo veo dibujos dados vuelta y un esqueleto que me aterra), a partir del año que viene tu vida se va a centrar en el amor, en tu nueva familia. Y ya que hablamos de temas familiares, te digo que la cosa con tu mamá no, eh, veo conflicto. Y yo: ¿conflicto con mi mamá? Mmm no sé, no creo, ¿vos decís? ¿No será con mi papá? Sí, él, tu papá, que se cuide la próstata. ¿Vive, no? Sí, sí, algo así. Veo, vos ves, mirá, hay un hombre trigueño, o morocho, ¿te imaginás quién puede ser? Mmm, no se me ocurre, pero qué pasa con este hombre. Este hombre va a hacer mal. ¿Te hablo sin tabúes? Si, sí, dale nomás, entonces ¿qué me decís del trigueño? Que va a generar una pelea entre vos y tu mamá, grave, ella que se cuide la parte ginecológica, eh. Ah sí, le digo, gracias. Veo éxito en tu trabajo. ¿No me voy a ir de viaje? Mmm no, en dos meses cambiás de trabajo, en relación de dependencia, y ahí vas a crecer mucho. Pero yo me quiero ir de viaje, mmm, no, querida, no te sale un viaje, te sale un hijo, dos nenas, con él. ¿Con él? Sí, una familia hermosa, hasta casa se van a comprar, mucho éxito, ¿ya pensaron en el nombre de la nena? Ah, bueno, no, nunca lo pensamos, pero qué bueno lo de la casa, justo que se me complicaba llegar a fin de mes. Sí, los dos van a cambiar de trabajo, juntos van a trabajar, y forman una familia, qué linda la familia. Ah, qué bueno. Sí, con casamiento y todo. ¿Fiesta? Ah, no me gustan mucho las fiestas de casamiento; vos, pibe, ponete las pilas con ella, eh, vas a tener que estar lúcido porque ya te agarró, esta te embocó y no te vas a aburrir. Ah, igual yo no quería tener hijos, bueno, y ella tampoco, creo que salimos de acá y vamos a la farmacia. Sin embargo la veo contenta. ¿Te tiré una bomba, no? Eh, sí, sí, una bomba, voy a ser mamá, de dos nenas, voy a formar una familia, el año que viene y casa nueva, Casa Propia, tremendo, sí, qué vueltas que puede dar la vida, qué giros inesperados, cuánta visión, cuánta pasión, cuánta pavada. Gracias. Le digo a mi papá lo de la próstata y si veo un trigueño en casa le pateo el culo. Me gusta Sara, ¿te gusta a vos? No, ni en pedo. Ah.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Diván

- No sé de qué hablar. Venía en el subte pensando en que hoy no tengo nada para contarte.
- …
- Sí, es que no me pasa nada. No se, no sé qué te podría decir.
- …
- …
- …
- Y venir acá y encontrarme con tu verborragia es alucinante.
- …
- Alucinante, che.
- …
- …
- …
- Genial.
- …
- No pongas cara de no poner cara.
- …
- Si pienso me deprimo. Y si me deprimo me desespero. Qué desesperante que es la angustia, por favor. Igual me da cansancio hablar. No sé qué contarte. ¿Me puedo ir?
- Esa es tu decisión.
- Bravo, bien. Hablaste.
- ¿Puedo escupir el piso?
- Si después los limpiás.
- Ajá. Me gustaría no pagarte, no venir más, si total, para que me mires como a una ridícula, me quedo a mi casa.
- …
- Bien, eso no funcionó. Tengo que decir otra cosa que te haga hablar.
- …
- ¿Te gustó alguna paciente alguna vez?
- Es un asunto personal y vos estás acá para que yo te analice a vos, así que creo que esa pregunta está fuera de lugar.
- Y a mí me parece fuera de lugar que vos me mires raro y que no me contestes cuando hablo.
- ...
- ...
- ...
- Eso me parece fuera de lugar. Como me parece fuera de lugar lo que cobrás y tu prestigio, teniendo en cuenta que sigo siendo, después de dos años de terapia, la misma persona frustrada y solitaria de siempre. Fóbica, soy fóbica, por si no te diste cuenta. Fó – bi- ca, querido. Hasta de vos. Y nada, eh, cero lo tuyo. Me mirás, hablo como una ridícula de lo que sufro cuando se me acerca un hombre y vos ahí, callado, anotando. Soy fóbica, y vos ni lo sabés porque me incentivas a que siga mi instinto de alejarme de la angustia. No, la tengo que enfrentar, sino me voy a quedar sola. Sabés qué creo, porque lo creo yo y no porque me lo hayas explicado vos, que tengo que enfrentarme a ellos, que sino, me como mi propia cola y giro en falso hasta que me tumba el mareo. Nada, no te imaginás la angustia que me genera amar y salir, salir y amar, todo el tiempo. Es desesperante. Estoy en una fiesta y pienso que la mejor está en otro lado, y me voy, me salgo del living del encuentro, me voy por la puerta segura, segurísima, y cuando llego a la calle me alivio, pienso, qué bueno, toda la calle para mí. Y a las dos cuadras, sácate, extraño la gente que había en el living que dejé. ¿Me seguís?
- …
- La fobia es lo que me destruye. Creo que no puedo con la estabilidad porque la estabilidad está hecha para mediocres. Eso digo, de la boca para afuera. Pero no sabés las ganas que me dan a veces de ser Susanita, Carolita, Florcita y no alguien que corre de un lado al otro, sin conformidad, sin posibilidad de entregarse por completo porque, claro, total me voy a ir. Irme es la alternativa que encuentro para no sentirme presa de una pareja. Soy fó- bi- ca.
- …
- …
- …
- Me voy.
- ¿Te vas?
- Sí, chau.

martes, 4 de noviembre de 2008

Escucho voces



Somos eco.
Pero ahí andamos, hablando de crecer.
Saltaremos jaulas eternamente,
si solemos evadir la presa;
Chocaremos altares,
si creemos todavía en él.
Para siempre.
Porque no somos más que espejo,
de nosotros,
presos,
otra vez,
falsificadores,
traficantes,
de nuestra propia -obvia- identidad.