lunes, 19 de mayo de 2008

Nada de nada de nada

Mi ánimo apestaba. No había nada en ese momento que quisiera más que dormir. Pero antes de llegar a la cama, todavía debía pasar unas horas por el Unico de San Isidro. Me iba a encontrar con una amiga que, por segunda vez en menos de un año, había sido dejada. “Tendré aspecto lésbico”, preguntó por teléfono y, acto inmediato, dijo: “Por suerte hace unos meses me levanté a un pibe obsesivo, sino estaría complicada”. La justificación era muestra suficiente de que en ese momento estaba parada frente al espejo, pintándose la boca, poniendo cara de perra y tratando de eliminar cualquier presencia sospechosa de masculinidad en su ser. Tuve que ir al rescate.
Salí de trabajar y fui hasta Retiro. Viajaba en hora pico, es decir: parada, incomoda, con calor, apretada, agarrada de un caño oxidado, sintiendo olores , inspeccionando caras, y –lo asumo- jugando a elegir al más lindo del vagón. Esto último, al menos, me entretenía e incluso, si el susodicho ganador quedaba cerca mío, era capaz salvar los 30 minutos de aburrimiento que me separaban de la estación de destino.
Pero ese día no había nadie interesante. Ninguna mercadería digna de ser observada. Me paré en medio de los asientos, me agarré del caño y apoyé mi cabeza sobre el antebrazo alzado. Cerré los ojos para descansar, como pude.
Estaba en medio de una conversación con mi hombre preferido (que, claro, no sabe que lo es). Soñaba que nos encontrábamos en la calle, de casualidad, y que yo me animaba a decirle que realmente me gustaba, me intrigaba, que lo quería llevar a la cama, descubrir su piel, esa que intuyo debe tener temperatura de siesta perpetua; él me contestaba que su casa estaba disponible, limpita y con una heladera repleta de cerezas para jugar. Me preguntaba si podía ser su bandeja.
En eso estaba -fantaseando con una situación que haré realidad en cuanto me disponga a trabajar fino-, cuando una voz impostada me distrajo.
“Me dijo que era muy loco lo que nos pasaba. Que no era cosa de todos los días. Que lo pensara. Que realmente era algo distinto y que valía la pena jugarse. Que teníamos que vernos, encontrarnos y sentirnos. Dijo tantas cosas. No sé, también, en un momento me dijo que hacía mucho tiempo que no pensaba tanto en alguien. Y que eso era por algo. Que cree que es la primera vez que se enamora, que a partir de mí se había dado cuenta de lo que era verdaderamente el amor”.
Uf. Quise interrumpir a la estúpida que hablaba con voz de estúpida, decirle que no le creyera, que era mentira, que no fuera pelotuda y se diera cuenta. Que a lo sumo y en el mejor de los casos, todo ese sentimiento que el chico le expresaba era real pero momentáneo. Y ya. Después se pasa, se borra, fush, vuela, desaparece. El amor, di Giorgio, el amor no es perpetuo.
Y no es que me interesara su historia. Claramente no me quería parecer a ella que usaba zapatos tipo mocasín acharolados. Lo que me mató fue escuchar, en boca de una mujer, todo lo que me habían estado diciendo a mí hasta hacía muy poco tiempo. Hasta antes de que ese mismo ser parlante me dejara, bolso en mano y llanto en piel, así, así nomás. “Como se abandonan los zapatos viejos”, diría Joaco.
Pobre, pensé. Todavía no sabe que ese verso lo venden, barato, baratísimo, en la librería de la esquina. Se llama “Manual de conquista 1” y viene con un tomo de regalo, llamado “Lección de un histeriqueo eficaz” que empieza diciendo algo así como que cuando estás a un paso de la boca, debés morder el aire, y cuando espiás por la ventana, tenés que bajarte a tocar timbre.
En definitiva, esa chica me angustió. Yo que andaba planificando –en medio de mi duermevela andante- un encuentro sexual, tuve que soportar el relato agitado de una mujer con ojos brillosos, que estaba enamoradíiiiiisima. Pero no la juzgo, eh. Realmente estuve así: hecha una tarda, creyéndome todo cuanto me decían y poco más que empeñando mis órganos a futuro, por si él tenía un accidente. Pensé en sacar lo positivo del viaje y me dije: “Por suerte eso ya fue. Ahora me puedo encamar con quien se me antoje, sin tener que trabajar después para que el carro ande”.
Llegué al Unico y mi amiga todavía no estaba. “Me traes una pinta, por favor, y quisiera también un poco de queso y jamón crudo”, le pedí al chico que estaba detrás de la barra que me miró seductor. Mordí mis labios por lo obvio de la situación y giré. Saqué un cigarrillo de la cartera y como no tenía fuego se lo pedí al chico, que todavía no había traido la cerveza.
Llegó mi amiga y le conté de la chica del tren. Para cuando estaba en la parte en que contaba que él decía que era la primera vez que se enamoraba (por Dios, eso lo dicen todos), necesité mi cigarrillo encendido. Y volví a pedirle fuego al chico, que a esa altura había traído los vasos y todavía le faltaba el jamón.
-Te acordás del fuego, por favor.
-Ay, sí, perdóname-, repuso.
-Está bien, me imaginé que no me habías escuchado, por eso te lo volví a pedir, perdoname vos la insistencia-, le dije, intentando ser solamente amable.
-Te escuché, pero creo que no presté atención. Ya te doy.
La frase me quedó picando y avancé. Saqué del bolso el tomo adjunto del manual de conquista. Y le dije:
-Que feo. Era mejor que no me hubieras escuchado.
Lo miré a los ojos, sonreí a medias y levanté una ceja.
-No me reproches, por favor, que todavía no soy tu novio.
Todavía. Había dicho todavía y consiguió abrir mi sonrisa totalmente. El siguió:
- Pero si regalás esas sonrisas, sabé que me encantaría serlo.
La noche terminó de madrugada. Mi amiga recibió el llamado del chico en cuestión que finalmente cayó en el bar y la entretuvo. En tanto, el barman y yo conversamos de cerca. El habló mucho y lindo y me hizo reir. Yo lo besé. "Gracias, gracias". Pero que conste, que conste en actas, blogs y memorias, que no le creí nada de nada de nada. "De nada", me dijo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaj... intuyo intuyo. a mi también me dijeron que era la primera. me lo dicen todavia. vos decis que tengo que dudar? achalay
saludos, señoritas
Piti

petit dijo...

me gusta mucho la etapa de des-creer...lástima que dure tan poco!

y vuelta a los mocasines acharolados...ja

MQDLV dijo...

Queridas Piti y Petit. Solo se trata de vivir, esa es la historia, con un amor, sin un amor, con la idiotez y la cordura que florece a veces. A lo mejor resula bien... tara ra ra ra ra, tara ra ra ra....

claû dijo...

estoy en el mismo mood: no creo nada de nada. es mejor que despues sentirte una estupida ilusa. y sin embargo, no puedo dejar de creer en el amor. estoy irresuelta, obvio. supongo que a ud tambien le pasa, mujer que dice la verdad.

gracias marina por recomendarme este blog. gran gran descubrimiento.

MQDLV dijo...

Gracias a usted, Clau, por acercarse a compartir la sensación del día a día. Por ahora el amor significa un gran dolor. Porque un día lo tuve que matar, sin su permiso. Sólo espero que me perdone y que esté ahí para cuando vuelva a creer en él. Un placer.

MQDLV dijo...

Gracias a usted, Clau, por acercarse a compartir la sensación del día a día. Por ahora el amor significa un gran dolor. Porque un día lo tuve que matar, sin su permiso. Sólo espero que me perdone y que esté ahí para cuando vuelva a creer en él. Un placer.

Anónimo dijo...

Para ser sincero, me perdí en la parte de las cerezas.
Abrazo!
L.

MQDLV dijo...

¿Te desconcentraste?
Abrazo
MQDLV

Anónimo dijo...

MQDLV, me mató, me encantó, recién hoy descubro el blog por recomendación de un amigo... siento que somos muchas las q pensamos parecido... como clau, descreer y seguir creyendo en el amor al mismo tiempo, debe ser uno de los efectos de este veneno... y tu frase "porque un día lo tuve que matar, sin su permiso" es simplemente perfecta!!!! gracias! un placer haberlo encontrado!

MQDLV dijo...

Hola, anonimo. Muchas gracias por lo que decís... Espero contar con tu visita y tus ideas. Saludos,
MQDLV