lunes, 16 de febrero de 2009

Permitime hablar de Nosotros


Tu pecho me llama, yo me hundo en él y en ese acto, preciso, voy perdiendo certezas; con ellas se esfuma el mundo materializado, derraman su sentido mis ansias de soledad y surge pasional el deseo de acercarte mis besos, esos con los que te rozo en mis delirios, que imanan nuestros cuerpos desde tu clítoris hasta mi mente: tiemblo, tiemblo y me erizo, como bajo el mar; cierro los ojos y te veo, los abro y estás, cerca, y el marrón de tu mirada, sagrada, se me hace perpetua. Pero no temas: ese recuerdo no es cadena entre vos y yo porque somos soberanos de nuestra libertad y si esos instantes se me hacen eternos, no es esa más que mi elección: los guardo bajo la llave de mi consciencia, porque son hermosos, como vos, como el pez mandarín.