lunes, 16 de marzo de 2009

Una carta de amor

Amado mío,

Desde que me atreví a mirar, escribir se volvió la única forma de liberar mis reflexiones. Así es que, heme aquí, convirtiendo mis silencios en movimiento, llevando al papel el abecedario que susurro a tus oídos.

No hay premura en mis palabras ni desidia en mis actos. Es que ninguna liviandad me es posible, hoy, que te amo con la intensidad con que sopla el viento de abril.

Cuando recuerdo que el amor significaba tan sólo un juego por perder, un electro shock obsoleto, surge en mí el deseo de romper mi creencia, como aquel que abandona su religión.

Y en Nuestra intimidad, sabés, me convenzo de que es posible.

Siento que puedo amarte aún más, incluso sobre lo que siento en este presente que ahoga mis ideas, que me explota como orgasmo en tu sabor.

Prima en mí la necesidad de pedirte que creas en que es posible y te atrevas, conmigo, a volver estilo este delirio, y me encuentres a los 70 vistiendo de gala de una sabiduría hecha de a dos, con los ojos en vos y las manos, ásperas, cruzadas por amor.