miércoles, 25 de febrero de 2009

Sopor

Me da sopor levantarme a la mañana y saber que todo va a ser de una forma que ya sé. Me da sopor ver una foto y fantasear en lugar de tocar. Me dan sopor las conversaciones que me rodean y la falta de consciencia social. Me da sopor mi sopor y me da sopor que la gente se pelee por un asiento incomodo en el tren. Me da sopor que me lean lo que leo cuando viajo y me da sopor cruzar la puerta de entrada al trabajo porque sé, inmediatamente, que me quedan mil horas de sopor. Me da sopor lo que hago porque es un verdadero sopor de la nada misma. Me dan sopor las frases hechas, como la vida misma, pero no la puedo dejar de usar. Me dan sopor algunos recuerdos y su repetición casi burlona. Me da sopor darme cuenta y no hacer nada. El mismo sopor que me da salir a comprar comida al medio día, hacer colas de quince minutos lo cual representa el 25 por ciento de mi tiempo para almorzar y me da sopor la queja. Me da sopor leer cosas que me cachetean porque me da sopor no hacer más que cerrar los ojos y lamentar. Me da sopor que no nos demos cuenta de que nos la vendieron cambiada, de que estamos presos, tanto, que soñamos con escenarios en los que sólo estaremos, tal vez, muertos. Me da sopor pasar todo un viaje de vuelta a mi casa preguntándome si en toda elección hay decisión o si es que en toda decisión hay elección. Sopor. Me dan sopor los vínculos que sólo están, me da sopor la falta de compromiso, pensar, me da sopor perder el tiempo y eso es lo único que hago. Me da sopor la ilusión y en definitiva me doy sopor toda yo que no me animo a gritarles a todos que están locos y que yo, de su manicomio, me voy ya. Me da sopor que todo se doble, que nada se rompa. Me da sopor que nos mintamos a la cara y lo hagamos tan pero tan bien que nos volvamos letra de nuestra propia mentira.