viernes, 27 de febrero de 2009

De cosas que son posibles. O no

¿Puede un chimpancé colgarse del cable?

¿Puede un hongo intoxicarse?

¿Puede una arecrishna enamorarse del empleado del mes de Mc. Donald´s?

miércoles, 25 de febrero de 2009

Sopor

Me da sopor levantarme a la mañana y saber que todo va a ser de una forma que ya sé. Me da sopor ver una foto y fantasear en lugar de tocar. Me dan sopor las conversaciones que me rodean y la falta de consciencia social. Me da sopor mi sopor y me da sopor que la gente se pelee por un asiento incomodo en el tren. Me da sopor que me lean lo que leo cuando viajo y me da sopor cruzar la puerta de entrada al trabajo porque sé, inmediatamente, que me quedan mil horas de sopor. Me da sopor lo que hago porque es un verdadero sopor de la nada misma. Me dan sopor las frases hechas, como la vida misma, pero no la puedo dejar de usar. Me dan sopor algunos recuerdos y su repetición casi burlona. Me da sopor darme cuenta y no hacer nada. El mismo sopor que me da salir a comprar comida al medio día, hacer colas de quince minutos lo cual representa el 25 por ciento de mi tiempo para almorzar y me da sopor la queja. Me da sopor leer cosas que me cachetean porque me da sopor no hacer más que cerrar los ojos y lamentar. Me da sopor que no nos demos cuenta de que nos la vendieron cambiada, de que estamos presos, tanto, que soñamos con escenarios en los que sólo estaremos, tal vez, muertos. Me da sopor pasar todo un viaje de vuelta a mi casa preguntándome si en toda elección hay decisión o si es que en toda decisión hay elección. Sopor. Me dan sopor los vínculos que sólo están, me da sopor la falta de compromiso, pensar, me da sopor perder el tiempo y eso es lo único que hago. Me da sopor la ilusión y en definitiva me doy sopor toda yo que no me animo a gritarles a todos que están locos y que yo, de su manicomio, me voy ya. Me da sopor que todo se doble, que nada se rompa. Me da sopor que nos mintamos a la cara y lo hagamos tan pero tan bien que nos volvamos letra de nuestra propia mentira.

jueves, 19 de febrero de 2009

Primeros pasos

Esa tarde entré al colegio y como todas las otras tardes que cruzaba el portón verde de dos hojas, lo busqué. Por disposición de las autoridades de la escuela católica, la pollera escocesa del uniforme llegaba hasta mis rodillas, pero yo la enrollaba por la cintura, con dos vueltas, y así dejaba mis piernas más descubiertas.

Juan era tímido. Tenía el pelo rubio, la voz cerrada, y jugaba al rugby mejor que todos los demás. Era un chico en el cuerpo de un hombre. Atractivo. Se enojaba conmigo por los modales con los que contestaba a las maestras. “No seas antipática”, me decía. Y yo: “Shh, dale, haceme masajes que esta clase me aburre. Cinco minutos vos y después te hago yo”. Éramos amigos. Jugábamos a un juego de ingenio con números en el que él siempre perdía (o me dejaba ganar) y yo lo burlaba. Hasta me había hecho una tabla para registrar mis victorias.

Lo distraía, lo buscaba, lo peleaba, le preguntaba por chicas y él se sonrojaba.
- ¿Te gusta Paz, por ejemplo? -lo increpaba.
- No, nada que ver -respondía.
- Candela, entonces. Seguro que te gusta Candela.
- No, nena, no te voy a decir quién me gusta -intentaba cerrar el diálogo y yo le aseguraba que lo iba a averiguar. Esa escena terminaba siempre igual: él se mordía los labios gruesos y apretaba mi cachete rosado con toda la ternura que habitaba en sus manos toscas.

A mí me iba mal, muy mal, y a él, bien. Las profesoras lo amaban porque era educado y dulce. Juan era sobre todo inocente y humilde, incluso a pesar de él. A la mañana jugábamos a ese juego de números, charlábamos, y por la tarde nos separaban nuestros distintos niveles de inglés.

Yo me escapaba del aula y corría a golpear la ventana de su clase, que estaba en el segundo piso. Le hacía muecas para que saliera pero él se ponía nervioso y me devolvía la seña moviendo las manos, indicando que me fuera. Yo insistía un rato, pero nunca lograba sacarlo. Entonces hacía dibujos, escribía insultos con letras enormes, dobles, y las pegaba en la ventana. Finalmente desistía y volvía para estudiar inglés.

- Te va a servir para cuando seas grande -me decía.
- Callate, Juan, no me va a hacer falta saber inglés para ser feliz. En cambio vos, que le tenés miedo a todo, vas a ser un esclavo-. Él nunca se enojaba. Yo le decía cosas, que teníamos que escaparnos y cruzar el Río de la Plata nadando porque en Uruguay los colegios eran de una sola escolaridad; que había besado a tantos hombres que ya me había aburrido y que entonces no iba a besar a ninguno más porque gustar de alguien arruinaba las ideas importantes; le decía que era cuestión de querer, que me acompañara, que podíamos escaparnos por la hendija del portón verde y, por ejemplo, ir al cine o a ver películas a su casa, que su mamá nunca estaba . Pero él no se animaba, repetía la caricia a mis cachetes. Y yo dejaba de hablar: “¿Me hacés masajes? Cinco minutos y después te hago yo”. Ese era nuestro único trato.

Aquella tarde entré al colegio, atravesé el patio y no lo vi. Sonó el timbre que indicaba que teníamos que ir a las aulas y me escondí en el baño. Cuando el bullicio se apagó por completo y las paredes soltaron su tensión, salí despacio, cuidándome de que nadie me descubriera y subí al segundo piso. Me asomé por la ventana. Estaba ahí. Tenía la cabeza apoyada en sus manos, con el gesto del que piensa. Golpeé el vidrio y giró. Si estaba serio, cuando me vio se puso más drástico aún. “Vení”, le pedí yo, con señas. Y él negó con la cabeza. “Dale, un segundo”, le supliqué, mostrándole mi dedo índice levantado, tapado por la palma de mi otra mano. Después de un rato de insistirle, finalmente pidió permiso y cruzó la puerta.

- No me gusta que me vengas a buscar -dijo y yo me entristecí, pensé que se había cansado de mí, que quería dejar de ser mi amigo. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que nada. Insistí.

- Dale, Juan. ¿Por qué entraste al aula antes de que sonara el timbre? -. Hizo silencio unos segundos que se me hicieron eternos y, ante mi mirada inquisidora, contestó.

- Porque no te quiero ver más.

Mi cara de intriga se transformó en odio. Lo miré detestándolo y rogándole a la vez que no fuera cierto. No pude contener mis lágrimas y lo insulté. Le dije que era una mala persona, un miedoso, que todo le daba terror y que seguro no quería estar más cerca mío porque no me querían en el colegio, para que no se la agarraran con él. Le dije que igual no me importaba, que no lo necesitaba, pero que esa no era la forma de decírmelo. No se lo iba a perdonar nunca.

Tragó saliva, me agarró del hombro y me llevó hasta la escalera. Yo sequé mis lágrimas de debilidad, doblé una pierna y apoyé el pie contra la pared, haciéndome la superada.

- ¿Qué me mirás? -. Hubo silencio, odio, presión, triseza.
- ¿Qué? ¿Qué te pasa, Juan? -le insistí, peleadora.
- Que te quiero –dijo finalmente, seco, como deshaciéndose de un peso moral.
- Qué novedad –lo desacredité y él, sin mirarme, siguió hablando.
- No entendés, te quiero de verdad.

Yo insistí en que eso ya lo sabía y que él también sabía que yo lo quería, que era mi persona preferida. Juan revoleaba los ojos para todos lados y yo lo miraba desafiante, hasta que finalmente me dijo:

- No entendés, yo te quiero de verdad y quiero darte un beso, todos mis besos, pero vos ya te cansaste de besar.

Juan se tapó la cara con su mano torpe. Yo quedé muda, me sonrojé, tragué saliva y mi corazón entró en una carrera a tanta velocidad que pensé que me iba a llevar en andas. Sentí que el colegio se había trasladado a otro mundo, nos olvidamos de los libros, de que estábamos escondidos en plena hora de inglés, y ninguno dijo nada. Por un rato.

Entonces tomé su mano, la quité de su cara y la llevé hasta mi cintura. Él se inquietó y yo bajé la mirada, tanto, que mordí mi cuello con la pera. Le pedí que me besara. El preguntó si era en serio que se lo decía y antes de que terminara de argumentar que no era su intención hacerme pasar por esa situación, me puse en puntas de pie, me impulsé agarrada de sus hombros y lo besé. Y él me besó, encantador.

Tocó mis piernas, desenrolló mi pollera y me dijo que me iba a cuidar toda la vida. Y yo, que no iba a besar a nadie más. Tal vez hayan sido esas nuestras primeras promesas sin cumplir.

Despojo

- ¿Qué apuro tenés?
- El de mi delantal.
- ¿Pensás engordar?
- No, pienso en andar desnuda, de acá en más.
- ¿No temés a las infecciones?
- ¿Las que generan las telas de bordar?
- Hablo de la calle.
- Si me desnudo, ella sucumbirá.
- ¿Se acabará el mundo?
- No, simplemente cambiará. En mí.

miércoles, 18 de febrero de 2009

¿Qué se hace con lo impensable?

- Procuraré besarte muy bien.
- Bésame ahora.
- No sé cómo hacerlo.
- Bésame; no hace falta más.
María le besó la mejilla.
- No. Así no.
- ¿Qué se hace con la nariz? Siempre me he preguntado qué se hacía con la nariz.
- Muy fácil; vuelve la cabeza -dijo él y sus bocas se unieron y ella se mantuvo apretada contra él, y su boca se abrió un poco y él, manteniéndola apretada contra sí, se sintió de repente más feliz que nunca, más ligero, con una felicidad exultante, íntima, impensable.

Por quién doblan las campanas- Hernest Hemingway

lunes, 16 de febrero de 2009

Permitime hablar de Nosotros


Tu pecho me llama, yo me hundo en él y en ese acto, preciso, voy perdiendo certezas; con ellas se esfuma el mundo materializado, derraman su sentido mis ansias de soledad y surge pasional el deseo de acercarte mis besos, esos con los que te rozo en mis delirios, que imanan nuestros cuerpos desde tu clítoris hasta mi mente: tiemblo, tiemblo y me erizo, como bajo el mar; cierro los ojos y te veo, los abro y estás, cerca, y el marrón de tu mirada, sagrada, se me hace perpetua. Pero no temas: ese recuerdo no es cadena entre vos y yo porque somos soberanos de nuestra libertad y si esos instantes se me hacen eternos, no es esa más que mi elección: los guardo bajo la llave de mi consciencia, porque son hermosos, como vos, como el pez mandarín.

lunes, 9 de febrero de 2009

Instrucciones que marcan la diferencia



Estaba investigando por la web y encontré un artículo publicado por Página 12 en febrero de 2008, que creo oportuno compartir con todos ustedes (siendo que es febrero otra vez, claro).

Agrego que me tomé el trabajo de hacer el dibujo que ilustra este post para explicarle a una compañera cómo funciona el llamado coito de axila.

Espero que disfruten estas instrucciones tanto como yo.
Saludos.




PSICOLOGIA › ULTIMAS NOTICIAS SOBRE EL SEXO

“Pequeños movimientos de vaivén”
Como suele sucederle en febrero, la página de psico abandona definitivamente sus inhibiciones, se libera para siempre de sus represiones y se lanza, desenfrenadamente, a hablar de sexo.


Por LEON GINDIN Y TANIA FRIDMAN *

Hay dos posiciones que, según todos los expertos, favorecen el orgasmo femenino. Una es la posición en la que ambos están de costado, el pecho del varón contra la espalda de la mujer: permite la estimulación directa del clítoris por cualquiera de los miembros de la pareja sin descuidar la penetración. La otra es la del hombre acostado, con la mujer sentada sobre él: aquí el orgasmo se desencadena por acción del roce del clítoris contra el pubis de su compañero.


Misión cumplida


La cultura de Occidente ha propuesto como posición aconsejable la del varón arriba y la mujer abajo, enfrentados. Luego de que James Cook conquistó Samoa, llegaron los misioneros anglicanos a las islas y, para su horror, verificaron que los nativos no asociaban el coito con la reproducción, que era atribuida al espíritu totémico. Así, disfrutaban muy libremente del sexo. Y los misioneros vieron que la posición más usada era la de mujer arriba en cuclillas: entonces, intentaron enseñarles las virtudes del coito natural que, para los misioneros, era con el varón arriba y con finalidad meramente procreativa. Los nativos, irónicamente, llamaron a este modo coital “la posición del misionero”.


Arriba las chicas

A medida que la gente se vuelve más creativa y flexible en su expresión sexual, las posiciones de mujer arriba ganan popularidad. Permiten a la mujer ser más activa, regular el contacto con el clítoris, facilitando su orgasmo, y controlar el ritmo de los movimientos y la profundidad de la penetración. El hombre, por la menor tensión muscular que la posición requiere, puede retardar mejor el orgasmo, y, por su menor grado de responsabilidad en la actividad, puede abandonarse a sus fantasías sexuales, facilitando así la erección. Las manos de ambos quedan libres, con lo cual pueden acariciarse; también, hablar y observarse con comodidad. Son las posiciones recomendadas para iniciar un tratamiento de eyaculación precoz, porque son poco tensionantes para el varón, facilitan el estímulo clitorídeo y además permiten que sea la mujer, entrenada por el sexólogo, la que regule el ritmo y movimientos.


Oooooooocho


Antes de que los anticonceptivos fueran un elemento liberador para la sexualidad de la mujer, las parejas solían utilizar otras posturas, en lugar del coito vaginal, con fines anticonceptivos. También se recurría a estas prácticas para guardar la virginidad. Hoy las parejas las utilizan mayormente para darse placeres especiales, variación en sus momentos de juego sexual y mayor diversión. A veces la encuentran y la adoptan como una variante más. Se pueden describir las siguientes ocho, donde el pene penetra en alguna cavidad de la mujer, real o imaginaria, distinta de la vagina (seguramente la imaginación encontrará muchas más): el “coito” en las manos de la compañera –la mujer junta sus manos, entrelazando los dedos y cruzando los pulgares, a fin de crear con ellas una “vagina”, e imita la suavidad vaginal mojándose las palmas de las manos con saliva–; el “coito” en la boca –sexo oral–; el “coito” en el dorso de la rodilla femenina, previamente lubricado; el “coito” en el pliegue del codo, igualmente lubricado; el “coito” en el ano –sexo anal–; el “coito” en la cabellera femenina, con el pene introducido en un mechón de cabello que simula una vagina; el “coito” entre los senos; el “coito” entre los muslos o glúteos; el “coito” en la axila.


Coito en la axila

A muchos no les parece una postura coital demasiado voluptuosa, pero es una alternativa posible que puede enriquecer el placer sexual.

El hombre suele elegir la axila derecha de la mujer para deslizar en su interior, por delante o por detrás, el pene. Con su mano izquierda mantiene bloqueado el brazo derecho de la mujer contra sus senos o contra su espalda. Sin lubricación, únicamente se ejerce presión a lo largo del pene y no sobre el glande.


Los senos y el glande

Las mujeres que poseen senos algo desarrollados pueden proponerle a su pareja practicar el coito entre éstos; es una postura bastante divertida. Le permite a la mujer observar el pene en su cuerpo, cómo éste aumenta su ingurgitación, y también observar el momento de la eyaculación. El hombre se pone sobre la mujer acostada, de modo que ésta pueda apresar el pene entre sus pechos. Ella, moviendo suavemente sus senos, ejecutará pequeños movimientos de vaivén sobre el glande. A veces esta técnica facilita que el varón experimente unas sensaciones especiales. Y la posición le permite al hombre acariciar el clítoris de su compañera con los pies.

También es interesante la posición de la mujer sentada y el hombre de pie frente a ella. El coloca su pene entre los pechos de la compañera; ésta lo sujeta con los senos, apretándolo firmemente, y lo masturba con movimientos de vaivén. Para el coito entre los senos es muy conveniente untarlos con un lubricante.


Poderosa presión


El varón coloca su pene entre los muslos de su compañera, quien los mantiene apretados. El pene está sometido por completo a la poderosa presión ejercida por la carne de los muslos y por los labios mayores de la vagina. La mujer, al presionar, siente mucho placer, lo mismo que el hombre. Cuando se utiliza esta práctica como método anticonceptivo, la punta del pene queda fuera de la vagina. Muchas parejas practican el “coito” entre los muslos como uno de los preliminares del coito vaginal, lo que contribuye a aumentar la excitación. Una variante consiste en introducir el pene entre los glúteos de la mujer, teniendo cuidado de no producir una penetración anal no deseada.


Artes florentinas


El “coito a la florentina” permite que la mujer goce aun cuando el hombre no tiene el pene completamente erecto. Ella, simplemente, sujeta la base del prepucio entre el pulgar y el índice –manteniendo el prepucio bajado si no tiene la circuncisión hecha–, lo hace entrar un poco en la vagina, lo pasa por el clítoris: esto la hace gozar y, por añadidura, a veces hace que el pene se afirme como para proceder al coito.


Cucharita

Las posiciones laterales tienen numerosas variantes y la más común de ellas es la llamada “cucharita”. Es una posición muy cómoda y se puede llegar a ella luego de iniciar la penetración en otra posición. Permite el máximo contacto entre el cuerpo del hombre y el clítoris de la mujer y es muy útil cuando existen condiciones tales como fatiga, enfermedad u obesidad, o bien si uno de los cónyuges es demasiado alto. Según Masters y Johnson, la posición lateral es la más efectiva, siempre y cuando exista en ambos un interés común en brindarse mutuamente placer con la máxima eficacia posible. Facilita el orgasmo femenino y el control eyaculatorio.


Medio 69

El clásico 69, que muchos pregonan como la mejor posición del sexo oral, puede hacer difícil que cada uno se concentre suficientemente en la satisfacción del otro. La posición más utilizada es aquella con la mujer recostada sobre la cama envolviendo entre sus piernas la cabeza de él, que queda sólo mirando la vulva. Otra posibilidad es formar un medio 69: ambos de costado, enfrentados. Esta posición le facilita a ella acariciar y besar todo el entorno de la zona genital, y el varón puede usar su lengua como si fuera un pene en una especie de coito vaginal.


Entrada profunda

La penetración por detrás –que no debe confundirse con el coito anal– permite una entrada profunda y vigorosos movimientos de bombeo. Facilita al hombre acariciar libremente el clítoris y los pechos de su compañera. A la mujer, en cambio, le resulta difícil acariciar a su compañero. Esta posición hace posible además una buena visualización y caricias de las nalgas femeninas, y acorta la vagina, lo cual puede ser ventajoso si se desea realizar una penetración profunda. Puede producir una pérdida relativa de la intimidad y la comunicación, respecto de la posición cara a cara.


Acontecimiento especial

Según estudios sexológicos, en la sociedad occidental cada vez hay más parejas que ven en el coito anal una manera como cualquier otra de disfrutar del sexo, como alternativa válida al vaginal o al oral. Se considera que el 40 por ciento de las parejas heterosexuales lo han efectuado al menos una vez, y en más del 20 por ciento es una práctica frecuente. En la comunidad gay, el porcentaje se eleva al 50 por ciento.

Para el sexo anal se requiere altísima confianza mutua, buena lubricación del pene y de la zona anal. Y, de parte del varón, capacidad de comunicación y paciencia para evitar brusquedades. Para que sea placentero, la mujer debería vigilar el ritmo y la profundidad de la penetración. También hay que tener en cuenta que la actividad anal conlleva un mayor riesgo de trasmisión del VIH y requiere el uso de preservativo tanto como la penetración vaginal.

La posibilidad de que esta práctica simule o lleve a la realidad fantasías de sumisión física y psicológica tiene para algunos varones y mujeres un gran atractivo. Como en cualquier práctica sexual, es muy importante que ninguno de los dos se sienta obligado porque el otro se lo pida. Es un paradigma en sexualidad que el sexo, para ser placentero, tiene que ser elegido.


Derechos del varón

Algunos especialistas opinan que ningún hombre tiene el derecho de pedirle sexo anal a su compañera si él no quiere estar en el extremo receptor. Muchas mujeres disfrutan siendo las penetradoras, cuando se ponen un dildo –sujeto a su cuerpo con un arnés o sostenido con la mano– para penetrar el ano de su compañero, que así se transforma en pasivo o receptivo. Las mujeres pueden disfrutar de la inversión psicológica del papel y los varones pueden aprender a disfrutar del coito anal como las mujeres.

Un ano es un ano, sin tener en cuenta si está cerca de un clítoris o de un pene. La mujer puede introducir a su compañero en el sexo anal estimulando su ano mientras le practica sexo oral: una vez que él está cómodo con el estímulo anal, pueden discutir sobre si traer un dildo al juego.

También es una práctica extendida el llamado “beso negro”, donde la mujer estimula el ano del varón a manera de cunnilingus. Algunos suponen que esto satisface una homosexualidad latente, pero no es así; la estimulación anal del varón no tiene nada que ver con desear penetrar o ser penetrado por otro varón.


¿De quién es esa prostatita?

La estimulación de la próstata puede desembocar en un orgasmo más intenso y con mayor eyaculación. Muchos hombres no quieren descubrir este punto de estimulación por considerarlo antihigiénico o por miedo a perder algo de su masculinidad, pero, en general, quienes lo han probado no dudan en repetir esta experiencia, extremadamente satisfactoria.

Para un hombre es difícil encontrar su “punto G” prostático, ya que la única forma de palparlo directamente es a través del ano. La mejor posición para descubrirlo es colocarse de espaldas con las rodillas dobladas, insertar el dedo en el ano y presionar contra la pared frontal. Así se sentirá la próstata como una masa firme del tamaño de una nuez, que, al ser estimulada, produce una intensa excitación sexual.

Sin embargo, al estar su punto G dentro del recto, él no puede estimularse a sí mismo fácilmente y es conveniente la colaboración de la pareja: la posición que facilitará esta actividad es estando él acostado boca arriba con las rodillas contra el pecho; ella, antes de introducir el dedo, podrá tocar suavemente la parte externa del ano, haciendo círculos; luego, con toda suavidad y delicadeza, introducirá un dedo por el ano y lo guiará por el recto a lo largo de su pared frontal; aproximadamente a cinco centímetros presionará hacia adelante, es decir, hacia el pene del hombre, hasta notar un pequeño abultamiento; allí podrá sentir la forma de nuez que tiene la próstata; masajeará, suave y pausadamente, y podrá hacer llegar al hombre al orgasmo, que probablemente sea mucho más intenso que uno habitual.

Es importante insistir en que el tacto en la zona anal debe hacerse en forma sumamente delicada, pues es un tejido muy susceptible de lastimarse; para evitar molestias o lastimaduras, es mejor tener las uñas bien recortadas; usar guantes de látex o un preservativo para una mayor protección; y aplicar en el dedo un lubricante a base de agua que se consigue en cualquier farmacia.


Herramienta importantísima

Los activadores internos más importantes del deseo son las fantasías eróticas. Las mujeres que se excitan con rapidez manifiestan tener facilidad para elaborar fantasías. Es común que, ante un estímulo erótico, se inicie la excitación y, en forma concomitante, la elaboración de fantasías, que serán empleadas durante el desempeño sexual. Esto parecería no ser tan frecuente en los hombres, que, una vez activados, pasarían fácilmente a la relación sexual sin utilización de fantasías.

La capacidad para fantasear es una herramienta importantísima a la hora de la motivación sexual, ya que la fantasía erótica es la elaboración de un constructo mental que puede representar el objeto puntual de nuestro deseo. Masters y Johnson distinguen entre fantasías de fluctuación libre y fantasías a corto plazo. Las primeras son de aparición espontánea, mientras que las segundas son una especie de muletilla que viene a incrementar la motivación cuando la sexualidad está apagada o resulta ampliar la excitación.


La parte oculta

Los médicos obtienen la longitud del pene midiendo desde su base en el pubis. Algunos centímetros del pene están ocultos por la grasa suprapúbica y se pierden en la medición con métodos caseros. Por eso, para medirlo adecuadamente hay que apretar el pubis, por encima de la base del miembro, así hacer salir la parte oculta y entonces poner la regla o centímetro.


Terroncito de azúcar

Cada eyaculación contiene 4 mililitros de semen, equivalentes a una cucharadita de té. Su valor calórico es de unas 36 calorías, equivalente al de un terrón de azúcar. Esto implica, pese a lo que sostienen demasiados entrenadores deportivos, que ninguna eyaculación puede debilitar a ningún hombre. William Masters explicó que un atleta puede rendir con su máxima capacidad luego de un coito si se le permite un período de recuperación de cinco minutos. Otro mito derribado por estos datos es el de que quien ingiera semen durante el sexo oral pueda engordar.


Piloto de pruebas

El ejercicio central en el tratamiento de la eyaculación precoz es comparable a la enseñanza que los pilotos de aviones comerciales reciben en los simuladores de vuelo. Se trata de la autoestimulación del pene.

Debe realizarse en forma muy lenta. Recordemos que una de las características básicas del eyaculador precoz es la ansiedad. Aun en soledad, ésta prima sobre el placer y le impide tomarse el tiempo adecuado para autoestimularse con tranquilidad.

Comenzará a estimularse el pene con la mano, en forma lenta, muy despaciosamente, ayudado con el uso de un lubricante como el aceite para bebés. Se trata de que continúe con el lento movimiento de su mano sobre el pene hasta que comience a percibir las primeras señales –lo más habitual es que se las describa como un “cosquilleo”– que le indican que deberá cesar el estímulo. Este “cosquilleo” anuncia que el comienzo del proceso de eyaculación está por desencadenarse. La sensación es descrita de muy diferentes formas por los varones: algo “punzante”, “fuego”, etcétera. Es una sensación que se percibe antes de que se produzca la eyaculación. Entonces, en el ejercicio, es imprescindible cesar todo movimiento de la mano. Si se avanza, se producirá la inevitabilidad eyaculatoria, cuando es imposible detener la descarga.

Deberá esperar a que pase esa sensación de inminencia eyaculatoria y aguardar a que la rigidez del pene descienda en un 50 por ciento respecto de su plena erección. El objetivo es acostumbrarse a esperar, y advertir que, al cesar el estímulo, el pene desciende en su tumescencia pero que, al recomenzar la estimulación, nuevamente se puede lograr una buena erección.

Aquella condición de hiperansiosos los lleva a creer que, al estar muy excitados, la descarga eyaculatoria se producirá en forma automática. El alto monto de ansiedad les hace ignorar que, antes, sentirán en su cuerpo, en la zona genital, ese “cosquilleo”, esa señal que avisa que, después, se producirá el orgasmo.

Cumplidos esos dos requisitos, el descenso del pene a la mitad y la desaparición de la sensación preeyaculatoria, el sujeto está en condiciones de reanudar el ejercicio. Comenzará a estimular otra vez su pene, muy lentamente. Al mismo tiempo dirigirá la atención a las sensaciones que provienen de sus genitales, que transmiten su creciente excitación, hasta alcanzar la sensación que, de nuevo, le anuncia el punto de preeyaculación. Ahí, en ese preciso instante, de nuevo debe detenerse, sacar sus manos del pene y esperar. Es importante que sepa que no eyaculará y que podrá seguir adelante.

Deberá hacer el ejercicio tres veces seguidas. Recién la cuarta vez continuará sin detenerse hasta llegar al orgasmo y la eyaculación. Después de haber dominado esta práctica, podrá pasar a hacer lo mismo con ayuda de la mano de su compañera.

* Extractado de Eyaculación precoz. Problemas y soluciones, de reciente aparición (ed. Norma).

domingo, 8 de febrero de 2009

Fotos Antolini

Para aquellos que disfrutan de la fotografía, paso el blog de una amiga:
María Antolini, un tesoro de la naturaleza.
Pasen y vean:

http://mariafotosfavoritas.blogspot.com/

miércoles, 4 de febrero de 2009

17 horas, 05 minutos

Situación. Oficina atestada de diarios, revistas, papeles, y documentos word.

Más detalles de situación. Quince mujeres se gritan de escritorio a escritorio. Tres de ellas se miran, y se miran para contestar.

MQDLV: ¿Chicas?
CO: ¿Qué? Dame un mate.
MQDLV: Ah, sí. Perdoná. Te hago una consulta.
CO: Qué rico está. Qué, decime.
LA: Yo también quiero un mate.
MQDLV: Sí, perdoná. Tomá, está un poco lavado. Escuchen, les quiero hacer una pregunta.
CO, LA: Qué, dale, MQDLV, aflojale al preámbulo.
MQDLV: ¿Dónde estarían ahora, ya, si pudieran ser transportadas? Porque, ¿vieron que existen casos de gente que de golpe fue chupada por alguna energía extraña y apareció en otro lado del mundo, sin más?
CO,LA: …
MQDLV: Bueno, eso, no importa lo de la energía, igual busquen en google y van a ver que nos les miento. En fin, digo, ¿dónde estarían, si pudieran elegir?
CO,LA: En una playa.
MQDLV: ¿En cuál?
CO, LA: La del tsunami.
MQDLV: En Tailandia.
CO, LA: Sí.
MQDLV: Y, ¿con quién?
LA: Con mi chico.
CO: Sola.
MQDLV: Sí, sola. Tal vez aparece algún Leonardo por ahí.
CO: A mí no me gusta Di Caprio.
MQDLV: No, a mí tampoco. Pero en Tailandia, de golpe, puede estar bien.
LA: Sí, o llega surfeando Patrick Swayze
MQDLV: Qué vejeta.



MQDLV: Che, ¿vemos fotos de Tailandia?

Daños colaterales de la situación. Aparece él, el gran hombre del lugar.

MA: Dame un mate.
MQDLV: ¿Soy la proveedora oficial de mates?
MA: Dame un mate, no jodas.
MQDLV: Uf. Tomá. ¿Che?
MA: ¿Qué?
MQDLV: ¿A dónde estarías si pudieras elegir? Ahora, ya.
MA: En el Caribe. Rico mate.
MQDLV: Nosotras en Tailandia.
MA: Pero estás acá. ¿Sabés que hay gente que apareció trasportada de golpe, y apareció en otro lugar?
MQDLV: Sí, claro.

Fin.

¿Pensaban que tenía moraleja?

Simplemente

lunes, 2 de febrero de 2009

Avenida de Mayo, querida


Salí a comprar comida. No porque tuviera hambre sino más bien por cortar el día en dos, tomar aire y alistarme para el segundo combate, de 14 a 18. Caminé hasta Avenida de Mayo y entendí porqué siempre que salgo a hacer éste especie de ritual personal en soledad y sin sonrisa, camino para el lado de Avenida de Mayo y no para el de Corrientes.

A partir de Rivadavia, Florida se transforma en Perú. Yo trabajo ahí. Justo en esa intersección y, por suerte para mi superstición, de la vereda de Perú. Sin embargo, siempre digo que estoy en Rivadavia y Florida, si me preguntan.

Sólo cuando salgo a almorzar y, como decía, camino hasta Avenida de Mayo, reconozco que estoy de frente a Florida, reposando mi cuerpo en Perú. Es que para mí es Avenida de Mayo y no Rivadavia la que cambia el nombre de las calles, esta perla de Buenos Aires que, sin el Tortoni, igual sería mi punto cardinal en la ciudad.

Sus veredas blancas y negras me quitan la mochila de la rutina para transformar a esta en una exquisitez elegida. La única repetición que busco conforme, con placer, en medio del tic global en el que vivo zambullida.

Este medio día crucé caminando, como siempre, sin variar, a paso lento. Sola, pensando en el escape perfecto. Es increíble, pero desde hace diez años que pienso en él.

A este sueño poco onírico le sumé en 2008 la fantasía de que la concreción del cambio se iba a dar, justamente, en Avenida de Mayo. Pienso que un día me voy a encontrar de frente con un hombre de barba tupida, bien blanca, como la que hubiera querido que llevara mi papá, que me va a mirar y me va a decir: “Dejalo y sólo vení”. Y que yo sin siquiera pensar en volver atrás, voy a dejar la cartera que nunca llevo cuando salgo a comprar comida en la oficina, y lo voy a seguir. Lo voy a mirar y le voy a preguntar si puedo olvidar mi sonrisa por un rato. Él va a decir que no hace falta argumentar, que camine por Avenida de Mayo y mire el mural, ese que está pintado llegando a 9 de Julio, que siempre me llama la atención, pero que esta vez lo observe, sin reloj, y me quede cuánto quiera. “Ahora podés empezar a ejecutar tu creencia y olvidarte de la necesidad porque el resto, para cuando lo quieras buscar, estará adentro tuyo”.

Este medio día conocí decenas de historias que habitan una avenida que recorro todos los días. "La tranquilidad es una bajeza moral", decía Tolstói. Y yo desperté.

Una noche de febrero

Podría escribir todas las palabras que habitan el cliché del sentimentalismo y estaría, aún así, acotando este instante. El desvelo convierte a la memoria en martirio, al espejo en máscara de vejez, a las ideas en desafíos que, por inalcanzables, ahogan. Quisiera dormir el sueño del más sabio, sólo que de pensarlo, no puedo dormir.

Lo que leo esta noche –Sonata a Kreutzer, Lev Tolstói-, tiene esta cita:

Dijeron los discípulos: “Si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse”. Él le contestó: “ No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda." SAN MATEO XIX, 10, 11 y 12